viernes, 17 de agosto de 2018

Magia tu Amor


 Magia tu Amor  

             Lo declaré en mi cuerpo como si supiera que algo iba a quedar marcado allí para siempre. “Que ocurra la magia, el amor, la vida..”. Algo de todo eso tenía que ver con él. Y Así fue como la magia se apoderó de mí, de mi tiempo, de mi ahora. 
            A destiempo se produjo el encuentro. Mensajes tímidos, risas solventadas por el polvo mágico de una conversación adentrada sobre perros y la alegría de una tarde de mates se contagiaba en las horas que nos dedicábamos el uno al otro.
            Hasta el momento, creía que el amor tenía una única forma y que ya la había conocido, pero su cariño me demostró que no. Existe otro cielo plagado de estrellas mágicas y varias lunas enamoradas que acarician los cuerpos cuando uno duerme. 
Una de esas noches, él estaba ahí con su espíritu alegre, sus ojos achinados y sus manos calentitas. Yo a su lado, propuse lo que vino después. Entre la timidez y la poca distancia que quedó entre nuestras bocas, robé un beso de amor. Mi ser se transformó, se llenó de colores mezclados y las luces en la noche se volvieron cada vez más grandes.
Comencé a creer que hay cosas que no tienen explicación. De a pacitos, nos dimos cuenta que nuestro amor no es de este mundo, porque lo sincero y puro en esta tierra tiene un precio. Hemos descubierto que la ruta que tomamos es la misma y tiene un no sé qué de encanto. Los rayos del sol se traslucen en nosotros curando las heridas del pasado. Hacia el mismo lugar nos dirigimos, siguiendo las señales que los ángeles han dejado en el camino para protegernos. Y así vamos, de la mano, juntos. Aprendiendo, sosteniendo, amando.




sábado, 8 de abril de 2017

La Reina del Hormigón

La Reina del Hormigón

Nadie sabe el por qué, ella es tan fiel. Se preguntan una y mil veces hacia dónde va, porque se escabulle como un roedor en toda oportunidad. A la hora de ayudar, siempre está como un deseo que se hace realidad.
A la una, a las dos y a las tres, ella no dejaba leer. “Apagá la luz” decía todo el tiempo y ponía su cabeza sobre su almohada hasta dormir. Por la noche, rodaba por los pisos cual si fuese una lombriz. Pobre chica flaca! solía hacerse pis.
Luceros brillan en su cara y cuando se viste de mujer se convierte en la estrella más bonita. Es extraño que en familia de criollos ella sea tan internacional. Su historia está teñida de risas porque a esta dama le costaba llorar. Con el pasar de los tiempos, su corazón perdió la dureza que la hacía tan fría. Hoy sus lágrimas son de emoción y transmite tanta ternura al oírla llorar.
Hace un tiempo atrás, vivía entre cartones y planos. “Ya no duermo” decía y repetía. Enceguecida por la pasión que le causaba el hormigón, triunfó con un diploma de honor. Orgullosa su madre lloró. No existe más que la estructura, el proyecto y un puñado de sueños que busca hacer realidad.
Sobre un fiero de cuatro ruedas se pasea. En el fondo sigue siendo una niña. Una pequeña con cuerpo de mujer. Bella como la luna cuando ríe a las estrellas. Alocada y rara para algunos, amante de lo diferente para mí. Una hermana que me acompañó varias noches en la misma habitación y que sin pensar se convirtió en mi mejor amiga.
Hoy es la reina del hormigón o la pequeña Nielsen menor. Sos mis mejores ideas y las caminatas más divertidas. Participás de mis recuerdos más lindos y bromistas. Arreglás mis tristezas con la facilidad del chiste. Sacás mis peores furias con tus malestares encubiertos. Y me desorientás con tus arrepentimientos.
No dejes de gobernar la ciudad con tus mandatos de hormigón, conquistá todos los corazones con tu reinado, pero nunca dejes de existir en mis tiempos.




viernes, 11 de noviembre de 2016

Cuida mi vuelo



Hoy todas las canciones me hablaban de vos, de tu risa y de tu boca. Como me gusta cuando me mirás, me hacés sentir tan mujer. Yo me veo tan viva a tu lado. Cuando estamos juntos, el perfume de tu piel entra por mi pecho y se queda en mí todo el día.
Tengo tantas ganas de enseñarte todo lo que sé, aquello que aprendí de los tropiezos, de los viajes, de la universidad, de mi familia, en fin, de la vida. Son mis ganas locas de besarte las que aún no puedo controlar. Tienes que enseñarme a ponerles un freno.
Amarte a la distancia es todo un desafío.  Crecer y madurar junto a vos en esta locura que es el amor, es tan emocionante. No me importa si nos caemos, porque sé que juntos nos vamos a volver a levantar. Estoy tan segura de que nuestros caminos se cruzaron por algo. Nada fue casualidad en ese baile enharinado esa tarde que te ví.
Quiero saber si estás dispuesto a volar porque es lo único que sé hacer. Porque mi imaginación no para un segundo y necesita un acompañante. Quiero saber si tu amor tiene límites porque el mío siempre está al borde de los precipicios.
No me pidas que pare, que detenga mi andar. Estoy dispuesta a dejar huellas en tu historia. Tengo el deseo de plasmar mi cariño, no solo en tu cuerpo, sino también en tus sueños. Que de eso se trata el amor, de soñar todos los días con la felicidad.
Y si la felicidad está en los frutos, no dudaré en cultivar con vos las mejores cosechas. Para eso te voy a pedir que riegues todos los días estas palabras. Que cuides incesantemente mi vuelo. Yo lo haré contigo.
Te amo. Pero no te amo mundanamente, te amo como ama el mago a su magia o la luna al sol, aunque no lo pueda ver. Te amo con esa brisa de destellos que tienen las estrellas. No sé qué será de mí en unas horas o en unos años. Hoy estoy acá para decirte todas estas rarezas que me pasan. Todo esto que vuela conmigo mientras viajo en colectivo o me encuentro trabajando. No me preguntes por qué, sólo sé que me enamoré.




miércoles, 9 de noviembre de 2016

Escaleras a tu Amistad


Así es, me contaron que era un lugar de infinitos pisos. Que la fachada era fluorescente y que las salidas de emergencias eran de siete colores. Una tarde decidí ir a conocerla. Dejé mi bici en el hall de la entrada. Apenas entré pude sentir el aroma a jazmín y la sensación de haber estado allí antes. No tenía ascensor, solo escaleras. Subí un piso y abrí la primera puerta que encontré. El lugar rebalsaba de caramelos, chocolates, muñecas, bombuchas y muchas fotos familiares. Oí el eco de la voz de un niño que repetía una y otra vez: “Piedra libre para todos mis compañeros”. En una mesita habían pulseras, plantines y un letrero que decía:  “Negocio Paqui y Ju: Los mejores precios”.    
El segundo piso estaba empapelado con posters. La música se podía oír en todo el ambiente. Un repique de bombo, una guitarra y un violín componían una hermosa melodía. A lo lejos retumbaba la voz de una mujer y se sentía la hermosa brisa que dejaba el revoleo de su poncho en el viento. Por el fondo se escuchaba un recital y sobre un pequeño mueble sonaba una radio. Creo que era Radio Nacional. De los parlantes salían palabras que flotaban. Tardé un poco en hilarlas hasta que formé una frase: “Sole te queremos. Ayelén y Camila de Mataderos”.
Ya en el tercero, mi apetito se abrió cuando encontré Lemon Pie, torta de manzana, pastafrola y todas las cosas ricas que se puedan imaginar. Todo era casero. Alguien con sus manos lo había hecho con mucho amor y dedicación. O tal vez, como una especie de juego de niñas, cocinó para todos. En el silencio se escuchaban ladridos. Me acerqué lentamente para ver de dónde venían. Era de una habitación rosa, en ella se festejaba el cumpleaños de una mascota. Ví que había un alfajor con una pequeña vela en la superficie. Era tan bonito ver la felicidad de esos perros y lo libres que eran.
El techo del cuarto piso estaba teñido de historias de amor. La adolescencia le había pegado fuerte. Un heladero, un compañero del turno tarde y muchos “Diegos”. Las bicicleteadas por el barrio estaban plasmadas en cuadros con movimientos. Reflotaban corazones sobre un libro de terapia cognitiva y mariposas sobre otro de Piaget.
En el piso de arriba había una agencia de viajes. Promociones al norte y sur argentino, al gran Perú y a la hermosa Bolivia. Encontré una caja con fotos. Eran de momentos felices. Fue ahí que algo me hizo recordar a ese Cafayate con amigas, o a esa Tilcara carnavalera.
En el último piso me di cuenta de todo. Esas escaleras me llevaban a vos. Nuestros patines de cuatro ruedas estaban sobre un mueble, intactos. Fué duro acordarme de tu mudanza y de los sueños que dejamos en la infancia. Crecimos cultivando mil valores. ¿Será que nuestro destino era cruzar esa calle? La calle que nos separaba y nos mantenía jugando en otras veredas. Te aseguro que hoy la volvería a cruzar, con mis 28 años, sólo para abrazarte amiga. Decirte que por más que pasen las primaveras, nuestra amistad no pasa de moda.
No pude evitar subir a la terraza del lugar y que se produzca el encuentro tan esperado. Hoy sos toda una mujer y yo también. Puedo ver tu mirada empapada de conocimientos. Tu esencia sigue siendo la misma y tus sueños también. Pero lo más importante, es que este amor de amigas no tiene final. Todos los días deseo un escalón más para seguir construyendo una escalera a tu amistad.


miércoles, 10 de agosto de 2016

Para cuando vengas..



Para cuando vengas, no te voy a mentir. No tengo estrellas, pero sí besos. No tengo la luna, pero si tengo luz para ofrecerte. Para cuando vengas, tengo un capuchino importado que quiero compartir con vos. No tengo el cielo para darte, solo un poco de amor. Mi casa es chica, pero grande de corazón. No estoy sola para brindarte cariño, tengo un perro que me acompaña, un gran pulmotor negro. 
Para cuando vengas, tengo maní y mil anécdotas para contarte. Tengo una cama y un sillón. Una mesa, un jarrón con flores y mucho sol. Para cuando vengas, quiero llevarte de la mano hasta los lugares más lindos de esta ciudad y abrazarte en cada uno de ellos.
Para cuando vengas, yo voy a estar acá, esperándote con una sonrisa y una inquietud infumable. Todos los rostros serán los tuyos, todas las risas me serán familiares. Ya no aguanto mi amor, quiero verte por favor. Los días se hacen largos, acá la ciudad es gris. La música, mi familia y amigos me mantienen entretenida, envuelta en un lindo ensueño. Mientras yo, te extraño. 
Para cuando vengas quizás sepa manejar. Viajaremos juntos. Tomaremos la primer ruta que encontremos. No me importa si me pierdo, sería agradable perderme con vos. No te olvides que tengo recuerdos, para cuando vengas recordar juntos. Tengo secretos que tendrás que descubrir. Ideas para concretar. Tengo dos oídos para escuchar aunque quieras dejarme sorda con tus besos.
Para cuando vengas, tengo algo que contarte. Palabras de sentimientos, palabras de amor o solo un gesto que implique un querer incontrolable. Me invadirá una taquicardia que solo nosotros sabemos controlar. Todo eso, para cuando vengas.  


martes, 26 de julio de 2016

Payadora de emociones


Así me encuentro hoy, improvisando versos cual si fuese una payadora. Me despierta un sin fin de besos de mi perro, algo que extrañaba mucho en estos días. Alejo al sueño y me decido a caminar bajo la lluvia. ¡Qué día! Viento, agua, frío y yo bajo un paraguas tosiendo ansiedad. Quería saber si la energía de las vacaciones me serviría como amuleto de la suerte en la gran ciudad.

Me ví obligada a tomar un taxi. Las gotas habían mojado todo mi pantalón y mis pies estaban helados. Lo primero que me dijo el conductor fue que había cerrado mal la puerta del vehículo. Nunca me saludó. Con una sonrisa gigante le dije: “¡buen día! voy al 4500”. Hicimos cinco cuadras y solo emitió siete palabras: “no puedo parar de la mano izquierda”. No sé qué era, pero hasta a través del espejo retrovisor se reflejaba el mal humor del conductor. Pagué y me bajé en la esquina, caminé otra vez bajo la lluvia y llegué a mi destino.

En la sala de espera me puse a escuchar música, nadie hablaba. Detrás de una puerta se podía escuchar el horrible sonido del torno. En un momento, empezaron las quejas. Emociones encontradas por la espera y el abandono de los dentistas. Viejitas que sufrían el quiebre de implantes, niños cariados y hombres sensibles a las placas dentales. ¿Qué hacía ahí esperando? Podría haberme quedado un rato más con mi caballero negro.

Llegó mi turno, una especie de galán de novela me atendió. La sensación que tuve fue que el tipo no sabía nada. Últimamente mi boca está llena de caries, hasta en el espejo del baño las puedo ver. El muchacho dijo que todo estaba bien. Me recomendó pagar un monto exorbitante de dinero por una ortodoncia mentirosa. No le creí nada, pero con mi mejor sonrisa le dije: “lo voy a pensar, gracias”.

Salí hacía el trabajo. En el colectivo me topé con mil caras largas. ¿Será que no me quiero dar cuenta que el mundo está muy mal?, ¿Por qué ya no podemos sonreír?. Y pareciese que fuese como dice Víctor Heredia en aquella canción, que estamos todos frente al peligro sobreviviendo. A mi me pasa que veo todo al revez. Que si uno duerme, yo activo. Si uno insulta, yo me río. Si uno muere, yo revivo. Si uno llora, yo le canto. Si uno empuja, yo lo abrazo.

Terminada mi jornada laboral, llegué a mi casa. No pude contener mis ganas de volver a salir. Tomé la correa, su collar y partimos juntos. El caballero negro aleteaba su cola cual si fuese un helicóptero. Canté todo el camino. Respiré alegría y volví a cantar. El cúmulo de emociones desbordaba en cada uno de mis pasos. Sólo quería empaparme de la noche y las estrellas, de la fría brisa que inundaba la ciudad, de los sueños perdidos de aquellas personas que todavía ven todo parecido a mí, al revez. 

Hoy estoy aquí, escribiendo emociones. Alejando todo lo que me hizo alguna vez mal. Sacando afuera el pasado gris que me tenía atrapada. Y aunque éste Buenos Aires quiera contagiar miradas cansadas y tristes, no me dejaré contaminar. Mi tarea es payar, sí. Payar emociones, alegrías, chistes, anécdotas divertidas, amor en concreto, caricias y besos. Payar para no infectarse del mal humor, del desamor, de la anti solidaridad. Payar para no olvidar que estamos vivos y que vivir es hoy.