viernes, 11 de noviembre de 2016

Cuida mi vuelo



Hoy todas las canciones me hablaban de vos, de tu risa y de tu boca. Como me gusta cuando me mirás, me hacés sentir tan mujer. Yo me veo tan viva a tu lado. Cuando estamos juntos, el perfume de tu piel entra por mi pecho y se queda en mí todo el día.
Tengo tantas ganas de enseñarte todo lo que sé, aquello que aprendí de los tropiezos, de los viajes, de la universidad, de mi familia, en fin, de la vida. Son mis ganas locas de besarte las que aún no puedo controlar. Tienes que enseñarme a ponerles un freno.
Amarte a la distancia es todo un desafío.  Crecer y madurar junto a vos en esta locura que es el amor, es tan emocionante. No me importa si nos caemos, porque sé que juntos nos vamos a volver a levantar. Estoy tan segura de que nuestros caminos se cruzaron por algo. Nada fue casualidad en ese baile enharinado esa tarde que te ví.
Quiero saber si estás dispuesto a volar porque es lo único que sé hacer. Porque mi imaginación no para un segundo y necesita un acompañante. Quiero saber si tu amor tiene límites porque el mío siempre está al borde de los precipicios.
No me pidas que pare, que detenga mi andar. Estoy dispuesta a dejar huellas en tu historia. Tengo el deseo de plasmar mi cariño, no solo en tu cuerpo, sino también en tus sueños. Que de eso se trata el amor, de soñar todos los días con la felicidad.
Y si la felicidad está en los frutos, no dudaré en cultivar con vos las mejores cosechas. Para eso te voy a pedir que riegues todos los días estas palabras. Que cuides incesantemente mi vuelo. Yo lo haré contigo.
Te amo. Pero no te amo mundanamente, te amo como ama el mago a su magia o la luna al sol, aunque no lo pueda ver. Te amo con esa brisa de destellos que tienen las estrellas. No sé qué será de mí en unas horas o en unos años. Hoy estoy acá para decirte todas estas rarezas que me pasan. Todo esto que vuela conmigo mientras viajo en colectivo o me encuentro trabajando. No me preguntes por qué, sólo sé que me enamoré.




miércoles, 9 de noviembre de 2016

Escaleras a tu Amistad


Así es, me contaron que era un lugar de infinitos pisos. Que la fachada era fluorescente y que las salidas de emergencias eran de siete colores. Una tarde decidí ir a conocerla. Dejé mi bici en el hall de la entrada. Apenas entré pude sentir el aroma a jazmín y la sensación de haber estado allí antes. No tenía ascensor, solo escaleras. Subí un piso y abrí la primera puerta que encontré. El lugar rebalsaba de caramelos, chocolates, muñecas, bombuchas y muchas fotos familiares. Oí el eco de la voz de un niño que repetía una y otra vez: “Piedra libre para todos mis compañeros”. En una mesita habían pulseras, plantines y un letrero que decía:  “Negocio Paqui y Ju: Los mejores precios”.    
El segundo piso estaba empapelado con posters. La música se podía oír en todo el ambiente. Un repique de bombo, una guitarra y un violín componían una hermosa melodía. A lo lejos retumbaba la voz de una mujer y se sentía la hermosa brisa que dejaba el revoleo de su poncho en el viento. Por el fondo se escuchaba un recital y sobre un pequeño mueble sonaba una radio. Creo que era Radio Nacional. De los parlantes salían palabras que flotaban. Tardé un poco en hilarlas hasta que formé una frase: “Sole te queremos. Ayelén y Camila de Mataderos”.
Ya en el tercero, mi apetito se abrió cuando encontré Lemon Pie, torta de manzana, pastafrola y todas las cosas ricas que se puedan imaginar. Todo era casero. Alguien con sus manos lo había hecho con mucho amor y dedicación. O tal vez, como una especie de juego de niñas, cocinó para todos. En el silencio se escuchaban ladridos. Me acerqué lentamente para ver de dónde venían. Era de una habitación rosa, en ella se festejaba el cumpleaños de una mascota. Ví que había un alfajor con una pequeña vela en la superficie. Era tan bonito ver la felicidad de esos perros y lo libres que eran.
El techo del cuarto piso estaba teñido de historias de amor. La adolescencia le había pegado fuerte. Un heladero, un compañero del turno tarde y muchos “Diegos”. Las bicicleteadas por el barrio estaban plasmadas en cuadros con movimientos. Reflotaban corazones sobre un libro de terapia cognitiva y mariposas sobre otro de Piaget.
En el piso de arriba había una agencia de viajes. Promociones al norte y sur argentino, al gran Perú y a la hermosa Bolivia. Encontré una caja con fotos. Eran de momentos felices. Fue ahí que algo me hizo recordar a ese Cafayate con amigas, o a esa Tilcara carnavalera.
En el último piso me di cuenta de todo. Esas escaleras me llevaban a vos. Nuestros patines de cuatro ruedas estaban sobre un mueble, intactos. Fué duro acordarme de tu mudanza y de los sueños que dejamos en la infancia. Crecimos cultivando mil valores. ¿Será que nuestro destino era cruzar esa calle? La calle que nos separaba y nos mantenía jugando en otras veredas. Te aseguro que hoy la volvería a cruzar, con mis 28 años, sólo para abrazarte amiga. Decirte que por más que pasen las primaveras, nuestra amistad no pasa de moda.
No pude evitar subir a la terraza del lugar y que se produzca el encuentro tan esperado. Hoy sos toda una mujer y yo también. Puedo ver tu mirada empapada de conocimientos. Tu esencia sigue siendo la misma y tus sueños también. Pero lo más importante, es que este amor de amigas no tiene final. Todos los días deseo un escalón más para seguir construyendo una escalera a tu amistad.


miércoles, 10 de agosto de 2016

Para cuando vengas..



Para cuando vengas, no te voy a mentir. No tengo estrellas, pero sí besos. No tengo la luna, pero si tengo luz para ofrecerte. Para cuando vengas, tengo un capuchino importado que quiero compartir con vos. No tengo el cielo para darte, solo un poco de amor. Mi casa es chica, pero grande de corazón. No estoy sola para brindarte cariño, tengo un perro que me acompaña, un gran pulmotor negro. 
Para cuando vengas, tengo maní y mil anécdotas para contarte. Tengo una cama y un sillón. Una mesa, un jarrón con flores y mucho sol. Para cuando vengas, quiero llevarte de la mano hasta los lugares más lindos de esta ciudad y abrazarte en cada uno de ellos.
Para cuando vengas, yo voy a estar acá, esperándote con una sonrisa y una inquietud infumable. Todos los rostros serán los tuyos, todas las risas me serán familiares. Ya no aguanto mi amor, quiero verte por favor. Los días se hacen largos, acá la ciudad es gris. La música, mi familia y amigos me mantienen entretenida, envuelta en un lindo ensueño. Mientras yo, te extraño. 
Para cuando vengas quizás sepa manejar. Viajaremos juntos. Tomaremos la primer ruta que encontremos. No me importa si me pierdo, sería agradable perderme con vos. No te olvides que tengo recuerdos, para cuando vengas recordar juntos. Tengo secretos que tendrás que descubrir. Ideas para concretar. Tengo dos oídos para escuchar aunque quieras dejarme sorda con tus besos.
Para cuando vengas, tengo algo que contarte. Palabras de sentimientos, palabras de amor o solo un gesto que implique un querer incontrolable. Me invadirá una taquicardia que solo nosotros sabemos controlar. Todo eso, para cuando vengas.  


martes, 26 de julio de 2016

Payadora de emociones


Así me encuentro hoy, improvisando versos cual si fuese una payadora. Me despierta un sin fin de besos de mi perro, algo que extrañaba mucho en estos días. Alejo al sueño y me decido a caminar bajo la lluvia. ¡Qué día! Viento, agua, frío y yo bajo un paraguas tosiendo ansiedad. Quería saber si la energía de las vacaciones me serviría como amuleto de la suerte en la gran ciudad.

Me ví obligada a tomar un taxi. Las gotas habían mojado todo mi pantalón y mis pies estaban helados. Lo primero que me dijo el conductor fue que había cerrado mal la puerta del vehículo. Nunca me saludó. Con una sonrisa gigante le dije: “¡buen día! voy al 4500”. Hicimos cinco cuadras y solo emitió siete palabras: “no puedo parar de la mano izquierda”. No sé qué era, pero hasta a través del espejo retrovisor se reflejaba el mal humor del conductor. Pagué y me bajé en la esquina, caminé otra vez bajo la lluvia y llegué a mi destino.

En la sala de espera me puse a escuchar música, nadie hablaba. Detrás de una puerta se podía escuchar el horrible sonido del torno. En un momento, empezaron las quejas. Emociones encontradas por la espera y el abandono de los dentistas. Viejitas que sufrían el quiebre de implantes, niños cariados y hombres sensibles a las placas dentales. ¿Qué hacía ahí esperando? Podría haberme quedado un rato más con mi caballero negro.

Llegó mi turno, una especie de galán de novela me atendió. La sensación que tuve fue que el tipo no sabía nada. Últimamente mi boca está llena de caries, hasta en el espejo del baño las puedo ver. El muchacho dijo que todo estaba bien. Me recomendó pagar un monto exorbitante de dinero por una ortodoncia mentirosa. No le creí nada, pero con mi mejor sonrisa le dije: “lo voy a pensar, gracias”.

Salí hacía el trabajo. En el colectivo me topé con mil caras largas. ¿Será que no me quiero dar cuenta que el mundo está muy mal?, ¿Por qué ya no podemos sonreír?. Y pareciese que fuese como dice Víctor Heredia en aquella canción, que estamos todos frente al peligro sobreviviendo. A mi me pasa que veo todo al revez. Que si uno duerme, yo activo. Si uno insulta, yo me río. Si uno muere, yo revivo. Si uno llora, yo le canto. Si uno empuja, yo lo abrazo.

Terminada mi jornada laboral, llegué a mi casa. No pude contener mis ganas de volver a salir. Tomé la correa, su collar y partimos juntos. El caballero negro aleteaba su cola cual si fuese un helicóptero. Canté todo el camino. Respiré alegría y volví a cantar. El cúmulo de emociones desbordaba en cada uno de mis pasos. Sólo quería empaparme de la noche y las estrellas, de la fría brisa que inundaba la ciudad, de los sueños perdidos de aquellas personas que todavía ven todo parecido a mí, al revez. 

Hoy estoy aquí, escribiendo emociones. Alejando todo lo que me hizo alguna vez mal. Sacando afuera el pasado gris que me tenía atrapada. Y aunque éste Buenos Aires quiera contagiar miradas cansadas y tristes, no me dejaré contaminar. Mi tarea es payar, sí. Payar emociones, alegrías, chistes, anécdotas divertidas, amor en concreto, caricias y besos. Payar para no infectarse del mal humor, del desamor, de la anti solidaridad. Payar para no olvidar que estamos vivos y que vivir es hoy.   


sábado, 2 de julio de 2016

Ojitos Claros


Camina y llama la atención, pero su humildad es una especie de vicio que ella no puede dejar. Ha pasado por la humillación, el dolor, el desprecio y el desamor. Aún así, su alma brilla. Sonríe y ríe todo el tiempo. Su mirada refleja las ganas locas de amar y de encontrar a su otra mitad. Ha transitado la soledad y no quiere más.  
Ella baila en los sueños, canta en la ducha y suspira por amor. Madruga, desayuna, toma un colectivo y en los recreos sale a pensar. ¿Cómo fue que me olvidé de mi?, ¿Qué están esperando estos ojos?, ¿Cuándo será el día indicado para amar?.
Y es hoy. Justo en este momento, se ha roto el capullo y esos ojos florecen en todo su esplendor. Ya no le importa su pasado, aquel muchacho que rompió su corazón y todas las mentiras que él metió en su cabeza. Hoy pinta sus labios rojos y sale a rodar. Rueda en las tardes con mates y una canción, rueda en el río con chocolates y una intención, rueda sólo rueda. Algún día piensa parar, para nunca más pensar porque ella solo quiere amar.
No te aburras de la vida amiga, que el tiempo es un sube y baja, que un día estás arriba y al siguiente no puedes ver la cima. Vive esa adrenalina. Porque de eso se trata, de llenarnos de cicatrices el alma para poder sanar después. De eso se trata amiga, de golpearnos un poco para que un buen día alguien descubra esos ojos y los haga brillar. El curandero desperfecto que nos sane y desordene entero el corazón. No te cierres a lo nuevo, a lo desconocido y a lo voraz. Deja que alguien mire y se desviva por esos hermosos ojos claros.  


     

lunes, 27 de junio de 2016

Curiosa Enfermedad


Esa tarde que tu mirada no dejaba que la mía se aleje, me perseguías con tu constante deseo de hacerme reír. Yo no me daba cuenta o tal vez no quería ver que allí estabas, vos y tu enfermedad. Y de este lado, la mía. Dos desconocidos infectados por el mismo germen. Tratando de descifrar tus síntomas me olvidé de los míos.

Una noche hablamos y no paramos. Sin embargo, era yo la que palabra tras palabra te hacía imaginar un mundo. Y vos, simplemente, me escuchabas atentamente. Dijiste que no podías parar de ver cada una de mis historias en tu mente. Colores, bigotes, pies chiquitos, alegrías, lágrimas, chascos y un sin fin de cuentos que te hicieron reír.

Y no me preguntes por qué, la borrachera se me pasó con un café. El humo y el aroma de ese desayuno se mezcló entre nosotros y dejó entrever nuestras bocas adornadas con una sonrisa constante. Ambos queríamos lo mismo, hablar de nuestros sobrinos. Y eso hicimos, los recordamos en todos los sentidos. Tan pequeños e indefensos frente a un planeta nuevo y lleno de color.

En esos días, infectaste un poco mi cabeza con tus microbios. Ya no podía pensar en otro ser que no seas vos. Vos y tu enfermedad alocada. Me contagiaste y te contagie. El diagnóstico fue reservado. La cura no existe, pero si los besos y los abrazos directos al corazón. Tratamos de prevenir una epidemia con la rareza de nuestras risas. El deseo de tenernos cerca todo el tiempo nos puso en cuarentena. La elevada fiebre de volverse a encontrar una vez más, se reflejaba en el termómetro minuto a minuto.

Yo no quiero curarme amor. Pídeme que siempre estemos infectados de esta locura que nos hace bailar. Aquella que nos permite ver más allá de la pared que se le presenta al resto. Vos y yo, cómplices de mil y un carcajadas. Jamás permitamos que nos pesen los enojos, la distancia, la falta de ganas, el desamor. Que no muera la luna, las estrellas, la noche, el vino, el baile, el anhelo de nuestras bocas juntas. Que no sane nuestra enfermedad, porque es única.



martes, 14 de junio de 2016

El Caballero Negro



¿Cómo es que te han abandonado caballero?, ¿No pudieron ver tu lealtad?, ¿Quién tomó la decisión de soltarte al vacío?, ¿Cómo fue el momento en que dejaron de querer el sin fin de caricias?.
Fue un 29 de abril. Llegaste para no irte. Con una mirada de desolación y tristeza pedías cariño. Lo exigías. No dejabas respirar. Amaste desde un principio. Te entregaste una vez más sabiendo que lo podías perder todo de nuevo.
Algo de miedo tenías, no todo era tan fácil. Pero con un plato de comida y un poco de mimos, la desesperación desaparecía. Alertaste mis sentidos, demostraste que mis ojos podían ver más allá de las tinieblas que los envolvían en ese momento que llegaste. Limpiaste mis lágrimas con tu lengua, rozaste mis mejillas con tu hocico y sin dudas entraste en mi corazón.
Eres un caballero negro, que me cuida por las noches y me alegra por las mañanas. A la tarde tu compañía es incondicional. Desde un sillón me miras, con tus ojos marrón café, tus orejas grandes y esas alas gigantes que solo yo puedo ver.

Nunca me dejes angel de mi soledad. Ladrón de caricias y sonrisas. Demandante de atención, no muerdas las paredes. Muerde este corazón, llévate mil pedazos y guárdalos entre tus axilas calentitas. Dame tu patita y no te vayas nunca de mi lado. A lo mejor, no fue el destino quien hizo que nos encontráramos. Fueron nuestros ojos. Ellos estaban esperando algo así, los míos y los tuyos, siempre juntos.      


miércoles, 8 de junio de 2016

Responsablemente desorganizado



Mañana necesitaré algo de eso. Llegar tarde a algún lado o tal vez quedarme durmiendo. La puntualidad es mi fuerte y por momentos me aburre. Puede que en estos días busque quemar la comida y escuchar a los bomberos. Necesito algo de adrenalina y no pensar tanto. Algo que me hierva la sangre un poco, que me saque de lo cotidiano. Quiero golpearme un poco, tropezar y volverme a levantar. O simplemente caminar despacito con mi perro escuchando la música de la noche, de las estrellas.  
Vivo mirando a mi alrededor. A todos esos que incendian etapas, que buscan trofeos, transgrediendo no se qué, que les causa placer. Y no saben que vivir al extremo no es eso. ¿Acaso están ciegos? Que no pueden ver. No hay héroes en esta sociedad. Y los que lo fueron alguna vez, viven en el anonimato. La vida está hecha de sueños y nosotros tan despiertos. Empastillados para dormir y para funcionar.    
¿Quién soy yo para venir a hablar de la vida, de los golpes o de los miedos? Lo único que sé es que es lindo vivir responsablemente desorganizado con uno mismo y estar predispuesto para dar. Siempre. Soñando despierto. Pienso que lo que marca nuestro porvenir son esas ganas inquietas de buscar todos los días algo nuevo para hacer. La sorpresa de no saber qué va a pasar.  

Que ocurra la lluvia, las horas, el mar, las miradas, la risa, los rostros, las pausas, los cafés, las locuras, los olvidos, las llamadas, tu voz, los cambios, los mates, los besos, las juntadas improvisadas, los desayunos. Que ocurra la vida, el amor, el deseo, el desgarro sentimental, el extrañar, el querer sin conocer. Que ocurra!  



miércoles, 1 de junio de 2016

Una Sola Canción

Un lugar a donde ir, un destino al cual llegar y cada latido es un paso. Hay muchas maneras, por caminos turbulentos y senderos angostos. Los latidos se confunden y se mezclan con otros. A veces los acordes que las forman son dispares. Algunas melodías terminan en bajezas y arrepentimientos, otras terminan sonando bien.
También están esos que nunca están dispuestos a componer y tenemos que esperar a que su ritmo suene. Está el apurado, el solitario miedoso, la apasionada, el volado, la valiente o el complicado.
Lo difícil es resignar el camino cuando encontramos al par. ¿Realmente es el par? Nace una ambivalencia en mi todo el tiempo. Creemos encontrar el ritmo perfecto, la canción de los sueños. A veces las respuestas no llegan y la melodía se vuelve ruido. En otras oportunidades la canción es sublime y llena de luz.  
Cada segundo acrecienta nuestros sueños, las ganas de volar sin sustancias y las de llegar sin proyectos. A algunos todo lo vano nos tienta, todo lo loco y grotesco.
¿Querés venir conmigo? Ahí aparece el miedo, solapando nuestras vidas, al igual que un montón de ataduras en el alma que no nos permiten seguir adelante. Y aparecen las contradicciones y las mañas.
Nos perdemos de compartir disparates, risas, lloriqueos y creativos vuelos. Y en ese  momento decimos: “Toma mi mano y vuela conmigo, que en esta tierra ya no cabemos, que hace calor y hace frío”. Pero visto y considerando que las palabras han pasado de moda, he decidido plasmar las sensaciones. Eso que nos causa temblequeos, estornudos de cariño, dolores de panza, nervios compartidos, en fin, amor.

No quiero pedirle a la lluvia que pare, si el día está para mojarse. No quiero sentirme sola si sé que estás pensando en mi. Quiero caminar parejo y que nuestros pies formen una misma canción. Reirme con vos todos los días. Poner caras de humor. Proponer una escondida y que no nos encuentren más hasta quedarnos completamente solos. Vos y yo, una canción.



martes, 24 de mayo de 2016

Hoy: “Tu Oportunidad”

Todos alguna vez fuimos canción, silencio, alegría, suspiro, egoísmo, mentira, amor, secreto. Jugamos a ser abogados, maestras, carpinteros, cocineros, papá y mamá. Muchas veces hemos llorado, amado, abrazado, besado. Pintamos la ciudad o el campo de colores, la playa o el desierto en tonos claros, el río y la montaña de verde muzgo, las nubes azules y el sol amarillo.  
Pero todo los días me pregunto: ¿cuándo seremos capaces de salir a la vida animándonos a ser oportunidad?. Y hablo de ella como algo que no hay que dejar pasar. Sin miedo largarse a un sin fin de vértigo que es lo cotidiano. Qué lindo sería ser un cielo donde la estrella fugaz no termina de pasar. Y allí es donde los otros se quedan, apreciando esa belleza muy nuestra, sin dejarnos ir. Siendo una oportunidad única e irrepetible en ese cielo, en ese momento y con esa luz. Dejar que descubran nuestros más preciados secretos, deseos y pasiones. Desnudar nuestra alma sin miedo al sufrimiento. Jugarse todo.

No hay una escuela que nos enseñe a vivir, hoy más que nunca somos el reflejo de nuestro ser. Las acciones, los pensamientos y la locura de uno marcan el camino. Y el destino nos espera en cada puerta, en cada risa, en cada abrazo perdido. No seamos egoístas con nosotros mismos por el miedo a caer. La oportunidad de ser oportunidad para otro y para nosotros es hoy.     


viernes, 13 de mayo de 2016

Días de Puro Amor

Hay días que exploto de amor. Muero en un sin fin de impulsos locos. El romanticismo recorre mi cuerpo y me vuelvo cursi. No puedo no mirarte e imprimir en mi mente tu figura las veinticuatro horas del día. Te leo, te escucho y pienso en el próximo encuentro.
Trato de serenarme escuchando la melodía que irradia mi corazón cuando te recuerda. Silencio y más silencio. Calma. Abro las ventanas para que entre el sol y la brisa que ha dejado tu perfume en mi jardín. Los días se han vuelto coloridos porque tus besos de acuarela pintaron las flores. Espero tu regreso con ansias.
Me siento libre, plena y feliz sabiendo que él también piensa en mi. El amor se renueva como la lluvia, como la tierra y la templanza del encuentro me mantiene entretenida.
¿Cómo haremos para descubrirnos entre la multitud de hojas que este otoño frío ha dejado?, ¿cómo voy a reconocerte después de tanto tiempo?, ¿Quién será el responsable de abrigar al otro con el primer abrazo, con la primera caricia?.
Y cuando me hablan o preguntan por vos yo me derrito. Me vuelvo niña en un abrir y cerrar de ojos. Y se me confunde si soy amiga o amante. Si somos más que una charla, más que esos besos que nos dimos.

Alma mía dudo que haya sido solo un momento de cariño y le pregunto una y mil veces a la luna si fue amor. Pronto seremos nosotros, vos y yo. Solos. Las estrellas nos acompañarán y todo será perfecto.  

   

miércoles, 11 de mayo de 2016

La Noche de la Epidemia

Era una noche espantosa. Las niñas pensaban que su paseo sería por San Telmo, pero el rumbo del transporte número ocho nos habría dejado en la zona del Caballito. Apenas bajamos de la carroza pública, avistamos un tipo maduro, de anteojos extremadamente gruesos, vestido de negro y con aspecto raro. Caminamos, solo caminamos y a la media cuadra, aquel hombrecillo mostró su miembro insignificante. La pequeña inocente, rizos dorados, fue quien dijo: - Solo estaba orinando, no hay de qué preocuparse.
Continuamos con nuestra andanza. Avistamos un bar lleno de masculinos y entramos. Nuestros cuerpos llamaron la atención hasta que apareció el mozo. No pudimos evitar mirarlo, el muchacho era hermoso. Su cabello era oscuro, sus ojos marrón claro y su piel blanca. De su boca carnosa salieron las siguientes palabras: - Damas ¿en qué puedo servirles?. Las niñas solo pidieron café, lágrimas y cortados. Sentimos vergüenza frente a la mesa de los masculinos que rebalsaba de alcohol.
Más tarde, nos acercamos al lugar Siete Disco. Ya casi al llegar, nuestras miradas reconocieron aquel rostro y su terrible bragueta semi baja. No habíamos podido olvidar su miembro reproductor, su diminuto artefacto. Era él, otra vez. En esta oportunidad, fue la niña del corte Carré la que replicó: - Es un malevo, rufián de las calles porteñas, depravado de los puentes. Ante semejante acto de exhibición, lo único que sentimos fue pena por ese pobre sujeto, hundido en su anonimato.  
Era hora de entrar. Divisamos a una prostituta de nuestros tiempos, con una amiga santulona y un marica de su mano. Niña dientes de garra trató de localizar al bandido de Bonanza, pero nada sucedió.
Una vez dentro del oscuro lugar, vacío por la epidemia, vacilamos de piso a piso. Nos esparcimos por el lugar. La niña Paloma Prevención, subió unos pocos escalones hasta llegar a un entrepiso donde se encontró con un sheriff de la noche. Ella le preguntó: - ¿Tú eres un hombre fiel?. Lamentablemente, todas las respuestas eran negativas y su ilusión cayó de un precipicio al entender que la respuesta no era lo que ella esperaba.
La niña del Yoga y la niña Carré avistaron a un pelilargo y lamentaron su fealdad. Desearon nunca tener que bailar algún vals con él. Como un torbellino, la pequeña Dientes de Garra formó las horrendas parejas. Un muchacho de sobrepeso, escuchó las historias falsas que la niña Paloma Prevención tenía para contar. Todos sus cuentos eran acerca de niños calvos. La niña no paraba de parlar. Un muchacho flaco y la niña de rizos dorados entablaron una larga conversación. Desgraciadamente, a la niña del corte carré le tocó vivir aquel vals no deseado con el hombre de clinas largas.
Pasaron las horas y la noche se volvió mañana. Recuerdo la pista vacía, la poca gente bailando, riendo y conversando. Nadie besaba, solo unos pocos se abrazaban. El pánico, que sembraron los diarios acerca de la epidemia A, fué el detonante para pasar una noche ideal.

BASADA EN UNA HISTORIA REAL


martes, 10 de mayo de 2016

Entre enanos verdes

Y un domingo a la mañana tomé el micro, acompañada de dos bellezas. Yo esperaba algún niño despampanante de acompañante, pero ahí estaba él, aparentaba unos 70 años, tenía pelo canoso y balbuceaba algunas palabras. Unos asientos más atrás se encontraba su nieto, una criatura de pelo largo y flatulencias hediondas. Mientras cruzaba algunas palabras con el señor, escuchaba risas macabras. Eran de las pequeñas niñas del asiento trasero. Un poco más tarde me enteré el por qué y reí yo también.

Luego de varias paradas, Santa Teresita, San Clemente del tuyu, La Lucila del mar, anclamos en San Bernardo y nuestro paradero fue Mariza´s residence. El sol brillaba a más no poder, pero apenas bajamos del taxi se nubló. Luego de nuestro registro en el hotel, las ganas de ir a la playa seguían intactas, es por ello que salimos para allá.

Llegó la primera noche. Una Morena nos esperaba en la parranda y bailamos hasta el cansancio. A la madrugada, volviendo a nuestra caverna, se aparecieron algunos enanitos verdes con ganas de conceder algunos deseos. Me extrañó sus apariencias, algo extrovertidos e inquietos.

Nuestro segundo día fue inimaginable. Conocimos a Leo, aquel impostor valiente que desbordaba de goma, con su seguidor karateca preguntón, otro goma al mango. En el quincho, horas más tarde, los tres mosqueteros comían pilas de pizza y tomaban gaseosa. Ñacañaca coyote, apenas se escuchaba por debajo de las voces del futbolista y el chapero. Esa noche todo nos pareció Chico, algunos vagos charlatanes nos robaron un baile. La noche estrellada se tiñó de palabras, palabras y palabras. Solo la niña del yoga alivió su garganta con un trago ajeno.

Nuestro tercer día fue en la playa. Córdoba copó San Bernardo con un mate naranja y un tejo. Aparentaban ser niños grandes, pero la mentira era una especie de confortable vicio y  sus edades fueron 20 y 21. Una especie de albino conversaba con la pequeña rizos cuando apareció Leo y Chaqui-Chan. La noche se acercaba. En el quincho de la discordia conocimos a cuatro niñas. Eran encantadoras, pero raras.

Los tres mosqueteros y su tentativa invitación a la playa fueron un éxito, pero no para mí. Ahí fue donde mi carré se sintió agredido. Eso me incitó a huir al hotel. El marido de Mariza me esperaba con su regadera de todas las noches. Él me vio entrar a la habitación, me vio llorar de un ojo, me vio correr despavorida. Ya en la habitación esperaba a mis colegas. La basura de la playa había penetrado mi córnea y el ojo estaba irritado. Por fin cayeron. La discusión se tornó un poco tensa. Rizos quería ir a la bailanta, pero el ojo estaba que explotaba. – Con estos changos no voy, agredieron a mi carré. Fueron mis palabras. La niña dientes de garra gritó: - Yo me quedo, por el honor de Carré. Pero en unos instantes fui la primera en vaciar el guardarropas y caminar por la avenida. El camino fue Eterno a la bailanta. “La balada de los cordobeses y el enojo del platense” fue el lema de la noche. La pequeña rizos nos dio una enorme sorpresa. Pasó caminando a mi lado con uno de los enanitos verdes. Ella, había pedido uno de los tantos deseos. Lo único que dijo fue: - Su nombre causó un impacto en mi corazón.

Dientes de garra se paseaba con un niño morocho con piernas hábiles para el fútbol. La niña del yoga se disputaba entre la sangre verde de un enanito y el bronceado cordobés que particularmente llamaba la atención en ese momento.

El miércoles fue un día agradable. Paseamos por la plaza invadida de artesanos y hippies que mostraban su trabajo. Algo se escuchó horas antes: - Pulseras, tobilleras y alta resaca. Fueron las palabras de uno de ellos al vernos durmiendo boca arriba en la playa.

Ese día, no muy convencidas, fuimos a un club que decía tener sol. Rizos desbordaba de mal humor (el lugar no era grato para ella). Dientes de garra bailaba y paseaba con su pandilla porteña. Carré buscaba una gomita de pelo y a la bola cordobesa. Y la niña del yoga nunca pensó que conocería al chico “mi hermano y yo”, aquel morocho con el cual bailó apasionadamente mientras el ya casi blancuzco cordobés miraba de reojo. De entre la multitud, se oía una frase “yo me voy a la mierda”.

Al otro día, en la playa, un pelotazo rompió con toda la furia nuestro hermoso termo, yo estaba enfadada. Fuimos a pedir limosnas a unos changos que nos tomaron el pelo. Más tarde la solidaridad se hizo presente en frente de nuestras narices. Cabezas calvas y lentes negros. Eran la prevención, eran la ley. Nos dieron mates, defensa personal, malabarismos y algunas cosillas más. Nuestros cuerpos estaban cansados, pero ese festín Eterno no podía acabar. Partimos a la noche loca. Antes de llegar al lugar, se nos cruzó una Zorra. Esa fue mi noche, lo admito. No vi a ninguna de mis colegas por un largo rato. Entre brazos y brazos me encontraba y mi cuerpo parecía embrujado. Quizás, algún caramelo borracho de los enanitos verdes fue la razón de mi locura. Buscando a las niñas, un bailarín extasiado movió mis pies cual si fueran lombriz y caminando un poco mareada encontré a niña dientes de garra. Ella, danzaba con uno de los mosqueteros. En ese momento, apareció el chico “Hércules vigila”, al cual embauqué en una mentira piadosa. – Yo solo bailo en este lugar. Creyendo semejante cosa, el chiquillo sólo pidió mi número.

Yo movía mis pies, y no con el bailarín, sino con rizos dorados. No paraba de mostrar su sonrisa, hasta que un líquido empapó su cabeza y salpicó mis brazos. Solo pudimos ver la espalda del perverso Chapa, quien fue capaz de cometer ese acto macabro y despiadado. ÑacaÑaca coyote estaba sorprendido. Su brother nos había agredido. Hoy no había hecho su ronda de tequilas, por eso nos acompañaba con su grata presencia.

A la niña del yoga no se le vio el pelo en toda la noche. Horas más tarde, tomé la mano de un morocho y lo llevé a los suburbios para tocar sus labios. Un viejo amigo chico bailaba junto a dientes de garra y remaba una canoa. Yo silbaba para pasar desapercibida pero él me encontró y siguió remando conmigo. Ya asfixiadas de tanta tiniebla, salimos a la luz del día. Allí, me esperaba un niño Paco Estrella. Él se puso a parlar y me sacó alguna sonrisa. Le gustaba mi carré. Me alegré de haber encontrado a la niña del yoga afuera.

En la habitación y de madrugada, reunida con las niñas, se oyó: - ¡Carré! estás re copete. Esa mañana, con la niña del yoga, fui a la playa a tomar color. Fue un día muy raro. Un hombre Yeso se acercó y tomó una foto de nuestros cuerpos. Aprovechó el momento para hablar de su vida pasada lujuriosa y su presente desgraciado. Más tarde cayeron las otras niñas junto al trío “tengo novio”. Nos encontraron parlando con el chico “Hércules vigila” y su amigo “brazos fuertes, clinas largas”. En la penumbra de la hermosa noche, una de las niñas cayó desmayada en la cama de la habitación y ya no pudo despertar hasta el día siguiente. El resto bailábamos en un lugar Chico, invadidas de Nachos. Dientes de garra confesó haber tumbado a un pequeño gimnasta y rizos habría parlado con uno de los Nachos muy parecido a un ex chango.

El sábado llegó corriendo y los pañuelos fueron los protagonistas. Por la tarde aparecieron aquellos muchachos. La niña del yoga desapareció por un rato. Dicen las malas lenguas que fue a revivir momentos con el niño “mi hermano y yo”. Dientes de garra aprovechó para comprar un poco de “verdura”, quizás un poco de apio, ciruela para mover el vientre y algo de naranjas para colorear sus pálidas mejillas. Luego se juntaron para saltar en un pogo paranoico junto al viejo amigo chico. No faltó la idea de un fogón fallido en la playa un poco más tarde. Guitarras, pañuelos y monólogos fueron las estrellas de la noche. Yo volaba de fiebre, temblaba. Quedamos dos y dos, dos dividido dos = uno. Un paralítico caliente quemaba nuestros ojos. Los pañuelos nos dejaron ciegas.  

Siete días habían pasado de nuestra llegada a San Bernardo. Ese domingo reposé casi todo el día, mi cuerpo estaba caliente. A la tarde montamos animales. Cabalgamos hasta más no poder. A rizos dorados se le pegó una garrapata a su oreja derecha, que le sugirió varias ideas para montar a su caballo. Oscureció y en el baile mendocino me perdí una vez más, como una niña voladora. Uno de los enanitos verdes había embrujado a dientes de garra, la había obnubilado. Me pareció raro que la niña del yoga no tenía a nadie para agregar a la sagrada lista. Ella me engañó. Al llegar a nuestra guarida, rizos dorados me pidió que la acompañara a desayunar con Leo y su amigo alto huevón. Fui a pasar un mal momento, ya desde la partida del hotel, ChaquiChán gritaba: - Leo, Leo, Leo, Leo. En la esquina de San Bernardo y Chiozza se encontraban desayunando el grupo cordobés con los cuales hubo un cruce de palabras. La frase que sobresalió al entredicho fue: - Albino, tomá sol! Un poco avergonzada por los actos del grandotote, me volví al hotel.  

Se acercaba el día de nuestro regreso. Invitamos a salir a las niñas raras. Cenamos y partimos con la Morena. Alenté a la muchedumbre a mover sus huesos con una canción Gildesca arriba del escenario. Afuera, la masacre de las gotas que no paraban de suicidarse nos incitaron a salir. Un cántico se escuchaba en las calles de San Bernardo: - Dale Marisa, Marisa y dale Marisa, Marisa. Corrimos bajo la lluvia hasta llegar a nuestra guarida. El marido de marisa se excitó viendo ocho cuerpos mojados. – Me pica el bagre. Rizos y la niña del Yoga fueron a comprar provisiones. Cruzamos unas palabras con las raras y caímos desmayadas en las camas.

Al otro día, todavía algo húmedas por la tormenta, fuimos a ver el mar. Estaba algo revuelto y molesto. En todo momento teníamos que mover nuestro campamento por la subida de la marea. Más tarde, jugamos un rato con niños más pequeños. El trío Junín, simpáticos y amables, llenos de energía. No va que giro mi cabeza para acomodar mi carré y ya nada era lo mismo. La niña del yoga había desaparecido. Horas más tarde, Eterno fue mi suspiro al pensar que sería una noche de corridas, robos y estragos. La propuesta fue excelente, recorrer todo el terreno de barra en barra bebiendo hasta el amanecer. Pero solo la niña del yoga aceptó la invitación. Las corridas fueron un éxito. En busca de una Pronto nos vimos. El plan era distraer y actuar, pero fallamos. A las mareadas nos pusimos a mover el cuerpo junto a rizos que olía a perfume de enano y a dientes de garra que también apestaba del mismo olor. Yo, salí en busca del chico de la cola y lo encontré. Era una especie de gigante pie grande, inocente y miedoso. Le enseñé a besar. Ya cansada de jugar a la maestra, salí en busca de mis compañeras. Avisté a la niña del Yoga tirada en brazos ajenos y a dientes de garra rodeada de olor a verdura. A rizos no la vi. En medio de todo el tumulto, mi cabeza daba vueltas y ellos estaban también allí. La bola, el albino, el morocho blanco y el alto piola. Enseguida me abalancé sobre la bola y pedí explicaciones. Nada de lo que dijo me interesó, yo solo quería bailar hasta el final. Caminando para el hotel, la pobre niña del yoga iba en brazos de dientes de garra que no se podía sacar a Verdura de encima. Y como un caballero, el Morocho Blanco nos acompañaba con su presencia.

En la residencia de Marisa, armamos nuestras valijas y desayunamos con ÑacaÑaca Coyote, quien se sinceró con nosotras: - No se que le pasaba al Chapa, siempre nos trae problemas. Yo hice un mural en su patio y después me puteo.

Ese era nuestro último día en San Bernardo. Como ningún otro, el calor era especial y nuestros cuerpos no daban más. En la playa, frente a semejante fuego, la pequeña rizos decidió sacar su vestimenta para quedar en ropa interior por falta de traje de baño. Tomamos un par de fotografías, almorzamos y partimos para la terminal.

Las vacaciones fueron un éxito. Sin embargo, nunca nos hubiésemos imaginado que todas probaríamos aquellos dulces envenenados de los enanitos verdes.


BASADO EN UNA HISTORIA REAL