“No estoy pudiendo dormir” dijo ella en un momento de la tarde. Todos sospechábamos cuál era el motivo de su insomnio. El chico del otro lado del río no solo había robado su corazón, sino que también parte de su ensueño.
Ella siente, sonríe y se alivia cuando llegan sus palabras de amor. Ella no para de pensarlo. Todos los días desde aquel día que se fue, oye una voz que le dice: “Fue amor y nació del fuego”.
Esa noche, tocó su pelo, sus hombros, su espalda, sus labios. Pero también su alma. Historias de viajes, proyectos y aventuras son las que encendieron de a poco la hoguera. Ambos pusieron el combustible suficiente para que la noche sea perfecta. Entre carcajadas y risas pudieron entrever sus infancias y sus deseos de crecer viajando por el mundo. A través de su mirada, él borró todo prejuicio que ella traía en una bolsa de recuerdos. Se mostró tal cual es, algo altanero y seductor. Un galán que supo conquistar su mirada y que desnudó su alma en unas horas.
Fueron la envidia de la fiesta, el suspiro de la boda, la belleza de la luna y el calor ardiente de una noche fría.
Hoy lo espera, lo busca, lo recuerda. Él le repite todo el tiempo que es una mujer increíble, mientras ella cree que el aire no le es suficiente para respirar sin su boca. Ella acá y el allá, del otro lado del río. La llama ya está encendida, ella puso los fósforos y él hasta el día de hoy no deja que se apague.

No hay comentarios:
Publicar un comentario